En estos últimos días el caso del congresista Lescano -acusado de acosar vía chat a una periodista- ha puesto en evidencia lo jodidamente machista que aún es nuestra sociedad. Y no solo el machismo por parte de hombres ha quedado expuesto sino sobre todo aquel lastimoso machismo por parte de mujeres. Es algo que duele aún más porque es la confirmación de cuan profundamente colonizadas se encuentran tantas mujeres y cómo esa colonización es tan crudamente la negación del ser mujer. Algunos dirán que no es novedad y no debe llamar a sorpresa esta exposición perturbadora del machismo entre nosotros. Pero saber en abstracto que existe y ser testigos durante días de las más ofensivas y penosas opiniones y cuestionamientos a la víctima en defensa del victimario es bastante duro. Duele ver el estado en el que estamos, el absoluto desequilibrio social de los géneros y la ponzoña psicológica que el machismo y su defensa han generado y siguen generando en el tejido de nuestra sociedad.
Es cierto que en el caso de Lescano parte de la defensa que se activó en su favor tenía que ver con su trayectoria de luchas políticas contra lo más corrupto del congreso peruano (el fujimorismo y el aprismo); pero para quienes no estamos colonizadas, o estamos en proceso de descolonización, cualquier beneficio de la duda quedó disuelto en segundos cuando Lescano empezó su errática defensa. Cambió de versión varias veces y luego siguió el típico patrón de negación y ataques de desviación que todo hombre embarrado suele seguir, incluido el intento de desprestigiar a la víctima. Primero dijo que no sabía de qué se trataba, luego que su celular lo usaron terceros –llegó a sugerir que su seguridad policial lo hizo- y luego que sí sabía de qué se trataba y que incluso se había disculpado con la periodista en el pasado explicándole que fue culpa de un tercero. Pero no quedó allí, luego Lescano, viendo su reputación de político honesto y combativo hundirse en el lodazal, optó por salir en todo medio de comunicación posible a decir que él y la periodista eran amigos y se jugaban así; luego escaló a sugerir que era correspondido por ella y hasta expuso el nombre de la periodista negligentemente, a sabiendas de que la periodista no quería ser expuesta públicamente. Llegó a decir que no se puede ser acosada si se tiene 40 años.
Si tan solo comprendieran los acosadores o abusadores que la gente suele leer bien quién dice la verdad y quién miente; si tan solo se dieran cuenta los acosadores o abusadores que hunden más irremediablemente su reputación con sus respuestas de negación y mentiras, que si pidieran sinceras disculpas tras un auténtico acto de contrición.
Hay, sin duda, mucho, mucho que comenzar a cambiar en nuestros hábitos, hombres y mujeres, a la luz de las exigencias femeninas del siglo 21 para lograr la liberación social y psicológica del abuso del hombre y el sometimiento explícito e implícito de las mujeres, que por años se han sedimentado como una forma normal de ser. Hay hombres actualmente espantados con la idea de tener que cambiar hábitos de comunicación sexual o sexista con mujeres, o entre los propios hombres sobre mujeres. Y tienen razón de estar asustados porque el cambio es fuerte y va a requerir repensarse, reeducarse en algo que para los hombres está muy ligado a su identidad y autoestima, el sexo. Es esa fragilidad lo que les aterra y es entendible. Pero sepan que no hay marcha atrás. La historia la estamos escribiendo ahora ya también las mujeres. Y esta lucha por la liberación de la sociedad de sus ataduras patriarcales, ya no la para nadie.
Escuchen, oigan con atención, intenten comprender lo que estamos diciendo y exigiendo las mujeres en vez de intentar hace justamente lo que los hombres siempre han hecho con ellas: estigmatizarlas, invalidarlas o invisibilizarlas. El patriarcado está sintiendo el golpe, y está bueno, así algunos antes que otros se detendrán a mirar sus propias heridas y las que dejan en las mujeres. Avancemos juntos. Es la única forma.